miércoles, 26 de agosto de 2009

Moviendo Contra-y-más-allá o Revolución Intersticial


1. ¿Por qué estamos aquí en Porto Alegre? Para decir NO. NO a la guerra, NO a la destrucción del medio ambiente, NO a la injusticia y la explotación, NO al capitalismo. Venimos de un mundo de rebeldías, de insubordinaciones, de negaciones, de gente que NO al capitalismo: “NO, no vamos a vivir nuestras vidas según los requerimientos del capitalismo, vamos a hacer lo que nosotros consideramos necesario o deseable.” Estos NOs se pueden ver como fisuras, como grietas en el sistema de la dominación capitalista. A veces son tan chiquitos que ni los involucrados los perciben como rebeldías, pero a veces son proyectos colectivos que buscan conscientemente un camino alternativo hacia delante y a veces son tan grandes come la selva lacandona o el argentinazo o la revuelta en Bolivia hace un poco más de un año.

2. Todas estas insubordinaciones están caracterizadas por un impulso hacia la autodeterminación social, un impulso que dice “No, ustedes no nos van a decir lo que tenemos que hacer, nosotros mismos lo vamos a decidir”. La cuestión de cómo podemos multiplicar y expandir estas rebeldías es al mismo tiempo la cuestión de cómo podemos fortalecer el impulso hacia la auto-determinación.

Quiero simplemente hacer unas reflexiones sobre este impulso hacia la autodeterminación social.

a) Digo autodeterminación social porque la autodeterminación individual no existe y no puede existir: nuestro hacer está tan entretejido con el hacer de otros que la autodeterminación individual de nuestro hacer es una ilusión.

b) Digo impulso hacia porque la autodeterminación social no existe y no puede existir en una sociedad capitalista; el capital, en todas sus formas, es la negación de la autodeterminación. El impulso hacia la autodeterminación es un mover en-contra-y-más-allá: un mover contra la sociedad que está basada en la negación de la autodeterminación y al mismo tiempo una proyección más allá de la sociedad actual. Este en mover hacia fuera desde ahí donde estamos, un empujar contra y más allá de los límites, un proceso de experimentación, no siguiendo un programa pero siempre guiados por una estrella utópica, la idea de la determinación consciente de nuestras propias vidas. Este impulso es el núcleo de la lucha para crear otro mundo.

c) El impulso hacia la autodeterminación está arraigado en la práctica cotidiana. Está anclado, como resistencia, en la práctica cotidiana de su negación. Si este no fuera el caso, la lucha por el comunismo (o por otro mundo) no tendría ningún sentido. La auto emancipación sería imposible y la única revolución posible sería una revolución en nombre de, una revolución dirigida por una elite que llevaría solamente a una reestructuración de la dominación de clase. Este es el reto terrible que los zapatistas nos avientan cuando con su declaración sencilla de que “Somos mujeres y hombres, niños y ancianos bastante comunes, es decir, rebeldes, inconformes, incómodos, soñadores."

Esto no significa que todas las personas son anticapitalistas radicales, simplemente que el anticapitalismo radical es parte de la experiencia cotidiana de la opresión capitalista. El problema de la organización no es llevar consciencia desde afuera a sujetos limitados, sino de educare, de hacer explícito el conocimiento que está presente, aunque sea en forma reprimida y contradictoria. La tarea es como la de un psicoanalista que trata de hacer consciente lo que está ahí en forma inconsciente y reprimida. Pero no hay ningún psicoanalista fuera del sujeto: el “psicoanálisis sólo puede ser un auto-análisis colectivo – una auto-educación colectiva. Esto implica una política no de hablar sino de escuchar, o más bien, de hablar-escuchar.

Este enfoque no asume que las personas son generalmente “buenas”, sino simplemente que en una sociedad basada en el antagonismo clasista, todos estamos travesados por este antagonismo, todos somos auto contradictorios. La noción de que todos somos rebeldes y que la revolución es ordinaria sólo se puede sostener si vemos a la gente como gente contradictoria, como sujetos divididos en contra de si mismos. Somos rebeldes luchando por la sobre vivencia de la humanidad en un momento, luego vamos al supermercado y participamos activamente en procesos de los cuales sabemos que están llevando a la destrucción de la humanidad. El impulso hacia la autodeterminación no es una característica de un grupo en particular sino algo presente en todos de forma contradictoria.

Para decirlo de otra forma: todos estamos compuestos de partes diferentes y muchas veces contradictorias. La cuestión es cómo estas partes están articuladas. El capitalismo es una forma de organización que promueve una articulación de nuestras contradicciones que es sumamente destructiva, personal y socialmente. El problema de la organización revolucionaria es cómo promover una articulación diferente de estas partes, una articulación que promueve la destilación de la creatividad y del impulso hacia la autodeterminación.

d) El impulso hacia la autodeterminación implica una crítica a la representación, un mover contra-y-más-allá de la representación. La representación implica exclusión y separación. Exclusión porque cuando elegimos a un representativo nos excluimos a nosotros. En las elecciones escogemos a alguien para hablar en nuestro nombre y en nombre de los representados, y congelamos esta relación en el tiempo, dándole una duración, excluyéndonos a nosotros como sujetos hasta que tengamos la oportunidad de confirmar la exclusión en la próxima elección. Se crea un mundo de la política, separado de la vida cotidiana de la sociedad, un mundo de la política poblado por políticos que hablan su propio lenguaje y tienen su propia lógica, la lógica del poder.

e) El impulso hacia la autodeterminación no está compatible con la meta de tomar el poder estatal. El estado como forma de organización es la negación de la autodeterminación.

El estado no es una cosa, no es un objeto neutro: es una forma de relaciones sociales, una forma de organización, una forma de hacer las cosas que ha sido desarrollada a través de varios siglos con el objetivo de mantener y desarrollar la dominación del capital, es decir de excluirnos de la determinación social de nuestras propias vidas. El estado trata de imponer una separación de nuestras luchas de la sociedad, de convertir nuestras luchas en luchas en nombre de o en beneficio de. Separa a los líderes de las masas, a los representativos de los representados, nos lleva a otra forma de hablar, otra forma de pensar.

El impulso hacia la autodeterminación va en una dirección, el intento de conquistar el poder estatal se mueve en la dirección opuesta. El primero empieza a tejer una comunidad autodeterminante, el segundo la deshace.

f) El impulso hacia la auto-determinación se mueve contra-y-más-allá de la representación, contra-y-más-allá del estado y sobre todo contra-y-más-allá del trabajo enajenado.

Aunque la cuestión de la democracia y de la organización de las asambleas recibe más atención, el problema central que subyace cualquier intento de desarrollar el impulso hacia la autodeterminación es el movimiento del hacer en contra del trabajo enajenado. Si el trabajo enajenado es algo que no controlamos, entonces está claro que el impulso hacia la autodeterminación es un impulso en contra del trabajo enajenado, un impulso hacia la emancipación de hacer socialmente autodeterminado, un empuje hacia el control consciente del flujo social del hacer.

La democracia, por directa que sea, tendrá poco impacto si no es parte de un desafío a la organización capitalista del hacer como trabajo enajenado. Por eso es importante que pensemos no sólo de democracia sino de comunismo, no sólo de gente sino de clases, no sólo de rebelión sino de revolución, entiendo por revolución no un proceso de cambio social iniciado desde arriba por revolucionarios profesionales sino un cambio social que transforma la organización básica del hacer en la sociedad. Separar la lucha por la democracia radical de la lucha del hacer en contra del trabajo enajenado implica ignorar la rabia y la resistencia que es parte de la experiencia y la tradición del movimiento obrero. Si por comunismo entendemos una sociedad autodeterminante, entonces democracia significa comunismo: es sencillo, obvio y debe ser explícito.

Este es sin duda el punto más difícil de concebir. ¿Cómo nos podemos liberar del trabajo enajenado? El hacer existe en revuelta constante en contra del trabajo enajenado. Colectiva o individualmente, probablemente todos estamos involucrados en algún tipo de lucha contra la determinación ajena de nuestro hacer – negándonos a trabajar, llegando tarde al trabajo, por sabotaje, tratando de moldear nuestras vidas según lo que queremos hacer y no solamente según los requerimientos del dinero, tratando de darle significado a lo que hacemos, juntándonos para formar proyectos alternativos, ocupando fábricas o otros lugares de trabajo.

Que el hacer está en revuelta constante contra el trabajo enajenado está claro. La pregunta más difícil es se es posible que el hacer vaya más allá del trabajo enajenado antes de que haya una abolición revolucionaria del capitalismo.

La creación de cooperativas no resuelve nada si no se resuelve la articulación entre grupos diferentes de hacedores al mismo tiempo. El movimiento hacia la autodeterminación no se puede entender simplemente en términos de actividades particulares sino que tiene que incluir también la articulación entre estas actividades. El impulso hacia la autodeterminación no se puede entender simplemente en términos de la creación de autonomías sino incluye al mismo tiempo un movimiento contra-y-más allá de estas autonomías momentáneas. La recuperación de fábricas y la creación de cooperativas son insuficientes si no son parte de un movimiento, es decir, si no apuntan simultáneamente hacia la creación de nuevas articulaciones con la gente no involucrada en el proyecto particular.

La única forma de empezar a resolver este movimiento es pensándolo como movimiento, como un mover constante contra-y-más-allá del trabajo enajenado.

3. Está claro que la revolución es necesaria y urgente. Está claro también que la única forma de concebir la revolución es como revolución intersticial, como la expansión y difusión de relaciones sociales diferentes dentro de los intersticios del capitalismo mismo. Todos estos intersticios son diferentes, pero lo que tienen en común es el NO a la sociedad existente y el impulso hacia la autodeterminación. El camino hacia delante está lleno de problemas, pero por eso estamos aquí – para discutir los problemas.
Preguntando caminamos.




¿Podemos cambiar el Mundo sin tomar el Poder?

John Holloway

1. No sé la respuesta. Tal vez podamos cambiar el mundo sin tomar el poder. Tal vez no. El punto de partida – para todos nosotros, creo, es la incertidumbre, el no saber, la búsqueda común para un camino hacia delante.

2. Estamos buscando una salida porque se vuelve más claro con cada día que el capitalismo es una catástrofe para la humanidad. Un cambio radical en la organización de la sociedad, es decir, una revolución, es más urgente que nunca. Y esta revolución, para ser efectiva, tiene que ser una revolución mundial.

3. Pero no es muy probable que podamos hacer una revolución mundial de un solo golpe. Esto significa que la única forma de concebir la revolución es como revolución intersticial, como una revolución que brota de los intersticios del capitalismo, un revolución que ocupa espacios en el mundo mientras el capitalismo todavía existe. La pregunta es cómo concebir estos intersticios, si pensamos en ellos como estados o de otra forma.

4. La mejor forma de pensar en esta cuestión es empezar desde donde estamos, es decir desde las muchas rebeldías e insubordinaciones que nos trajeron a Porto Alegre. El mundo está lleno de rebeldías, de gente que dice NO al capitalismo: NO, no vamos a vivir nuestras vidas según los requerimientos del capitalismo, vamos a hacer lo que nosotros consideramos necesario o deseable, no lo que el dinero nos dice que tenemos que hacer. A veces vemos el capitalismo como un sistema total de dominación y olvidamos las rebeldías que existen por todos lados. A veces estas son tan chiquitas que ni los involucrados mismos las perciben como rebeldías contra el capitalismo, pero muchas veces son proyectos colectivos buscando un camino alternativo y a veces son tan grandes como la selva lacandona o el argentinazo de hace tres años o la revuelta boliviana. Todas estas rebeldías o insubordinaciones están caracterizadas por un impulso hacia la auto-determinación, un impulso que dice “NO, ustedes no nos van a decir qué tenemos que hacer, nosotros mismos vamos a decidir lo que tenemos que hacer o lo que queremos hacer.”

Estos Nos, estas rebeldías se pueden ver como fisuras o grietas en el sistema de dominación capitalista. El capitalismo no es (en primer lugar) un sistema económico sino un sistema de mando. Los capitalistas, a través del dinero, nos mandan, nos dicen lo que tenemos que hacer. La pregunta para nosotros, entonces, es cómo multiplicar y expandir estos NO, estas grietas en el tejido de la dominación.

5. Hay dos formas de pensar en esta pregunta:

a) La primera dice que a estos movimientos, estas muchas insubordinaciones les carece madurez y efectividad si no están enfocados, si no están canalizados hacia una meta. Para que sean efectivos, es necesario que sean canalizados hacia la conquista del poder estatal, sea a través de las elecciones, sea a través del derribo del estado actual y la instauración de un nuevo estado revolucionario. La forma organizativa para canalizar todas estas insubordinaciones hacia esta meta es el partido.

La cuestión de si tomamos o no tomamos el poder estatal tiene que ver no tanto con las intenciones para el futuro sino más bien con cómo nos organizamos en el presente. ¿Deberíamos formar un partido o afiliarnos a un partido, un forma de organización que enfoca nuestro descontento en la meta de ganar el poder estatal? ¿O deberíamos organizarnos de otra manera?

b) La segunda manera de pensar en cómo expandir y multiplicar las insubordinaciones es decir “No, no deberíamos acoplar todas estas insubordinaciones en un partido, deberían florecer libremente, ir a dónde las lleve la lucha.” Esto no quiere decir que no debería haber una coordinación, pero debería ser una coordinación mucho más floja. Y sobre todo el punto de referencia no es el estado sino la sociedad que queremos crear.

6. El argumento principal en contra de la primera concepción es que nos lleva en la dirección equivocada.

El estado no es una cosa, no es un objeto neutro: es una forma de relaciones sociales, una forma de organización, una manera de hacer las cosas que ha sido desarrollado durante varios siglos con el objetivo de mantener y desarrollar la dominación del capital. Si enfocamos nuestras luchas en el estado, o si tomamos al estado como nuestro punto de referencia principal, tenemos que entender que el estado nos jala en cierta dirección. Sobre todo, trata de imponer una separación de nuestras luchas de la sociedad, de convertir nuestras luchas en luchas en nombre de o en beneficio de. Separa a los líderes de las masas, a los representativos de los representados, nos lleva a otra forma de hablar, otra forma de pensar. Nos jale hacia una reconciliación con la realidad y esta realidad es la realidad del capitalismo, una forma de organización social basada en la explotación y la injusticia, en matar y destruir. Nos jala también a una definición espacial de nuestra actividad, una definición espacial que hace una distinción clara entre el territorio del estado y el mundo de afuera, una distinción clara entre los ciudadanos del estado y los extranjeros. Nos lleva a una definición espacial de la lucha que no tiene ninguna posibilidad de parar el movimiento global del capital.

Hay un concepto clave en la historia de la izquierda estadocéntrica y este concepto es traición. Una y otra vez, los líderes han traicionado al movimiento, y no porque son gente mala necesariamente, sino simplemente porque el estado como forma de organización separa a los líderes del movimiento y los integra en un proceso de reconciliación con el capital. La traición ya está inscrita en el estado como forma de organización.

¿Podemos resistir este proceso de integración? Por supuesto que sí, es algo que pasa todo el tiempo. Nos podemos negar a que el estado identifique a líderes o representativos permanentes del movimiento, podemos impedir que los delegados negocien en secreto con el estado. Pero esto implica entender que nuestras formas de organización son diferentes de aquellas del estado, que no hay ninguna simetría entre los dos lados. El estado es una organización en nombre de o para el beneficio de, lo que nosotros queremos es la organización de la auto determinación, una forma de organización que nos deja articular lo que nosotros queremos, lo que nosotros decidimos, lo que nosotros consideramos necesario o deseable. Lo que queremos, en otras palabras, es una forma de organización que no tiene el estado como punto principal de referencia.

7. El argumento en contra de tomar al estado como punto central de referencia está claro, pero ¿qué decimos del otro concepto? El argumento estadocéntrico se puede ver como un concepto de lucha que está organizado alrededor de un pivote. En este concepto, el movimiento de la lucha tiene un pivote central, que es la conquista del poder estatal. Primero concentramos nuestros esfuerzos en la conquista del estado, nos organizamos para eso, y luego, una vez que tengamos el poder estatal, podemos pensar en otras formas de organización, podemos pensar en cambiar la sociedad. Primero vamos en una dirección para poder ir en la otra después. El problema es que la dinámica adquirida en la primera fase se puede difícilmente desmantelar en la segunda.

El otro concepto se concentra directamente en el tipo de sociedad que queremos, sin pasar por el estado o la conquista del poder. No hay ningún pivote: la organización es directamente prefigurativa, directamente enfocada en el tipo de relaciones sociales que queremos crear. Mientras que el primer concepto ve la transformación de la sociedad como algo que pasa después de la conquista del poder, el segundo insiste en que debe empezar ahora. Revolución no cuando el momento sea correcto, sino revolución aquí y ahora.

Esta prefiguración, esta revolución aquí-y-ahora es sobre todo el impulso hacia la autodeterminación. La autodeterminación no puede existir en la sociedad capitalista no puede existir. Lo que sí puede y que sí existe es el impulso hacia la autodeterminación, el moverse en contra de la determinación ajena, la determinación por otros. Este moverse en contra de la determinación ajena es necesariamente experimental, pero tres cosas están claras:

a) El impulso hacia la auto-determinación es necesariamente un movimiento contra dejar a otros que ellos decidan por nosotros, en nuestro lugar. Por lo tanto es un movimiento en contra de la democracia representativa, por la creación de algún tipo de democracia directa.

b) El impulso hacia la autodeterminación es incompatible con el estado, ya que el estado es una forma de organización que toma nuestro lugar, que decide por nosotros y por eso nos excluye.

c) El impulso hacia la autodeterminación no tiene ningún sentido si no tiene como punto central la autodeterminación de nuestro trabajo o de nuestro hacer. Necesariamente está dirigido en contra de la organización capitalista del trabajo. Es decir que estamos hablando no solamente de democracia sino de comunismo, no solamente de rebeldía sino de revolución.

8. Pienso que es en el segundo concepto que nos tenemos que concentrar. El hecho de rechazar el concepto estadocéntrico no significa obviamente que el otro concepto no tenga sus problemas. Veo tres problemas principales, pero ninguno de estos es una razón regresar al concepto estadocéntrico:

a) El primer tema es la represión estatal y cómo enfrentarla. No creo que la respuesta sea armarnos para derrotar al estado en una confrontación abierta: probablemente perderíamos y de todas formas implicaría reproducir precisamente las relaciones sociales autoritarias contra las cuáles estamos luchando. Tampoco pienso que la respuesta es tomar control del estado para controlar el ejército y las fuerzas policiales: el uso del ejército y de la policía en nombre de la gente entra en conflicto obviamente con las luchas de aquellos que no quieren que nadie actúe en su nombre. Esto nos deja con el intento de disuadir el estado de ejercer su violencia en contra de nosotros: posiblemente implicaría algún grado de resistencia armada (como en el caso de los zapatistas) pero me parece que el punto central es el grado de arraigamiento de la rebelión dentro de la comunidad local y global.

b) El segundo tema es si realmente podamos desarrollar haceres alternativos (o una actividad productiva alternativa) en los intersticios del capitalismo, y hasta qué punto podamos crear un nexo social alternativo (que no sea el valor o el mercado) entre estas actividades. Hay muchos experimentos que apuntan en la dirección de algún tipo de solución (como las fábricas recuperadas en Argentina, pro ejemplo, y las posibilidades dependen obviamente de la escala del movimiento mismo, pero esto sigue siendo un problema central. ¿Cómo pensar en una determinación social de la producción y distribución que se mueva desde abajo (desde las revueltas intersticiales) y no de una organización central de planeación?

c) El tercer tema es la organización de la autodeterminación social. ¿Cómo organizar un sistema de democracia directa en una escala que va más allá de lo local en una sociedad compleja? La respuesta clásica es la idea de consejos o asambleas vinculados por un consejo de consejos compuesto por delegados inmediatamente revocables. Esta idea me parece básicamente correcta, pero está claro que aún en grupos pequeños la operación de la democracia siempre está problemática, así que la única forma de concebir en la democracia directa es como proceso constante de experimentación y de auto educación.

9. ¿Podemos cambiar el mundo sin tomar el poder? La única forma de saber es haciéndolo.

Preguntando caminamos.

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